La incertidumbre

La incertidumbre y yo fuimos malas compañeras, hasta que entendí que su presencia iba a acompañarme en muchos momentos de la vida y que lo mejor para mi era aprender a estar con ella. Aprendí a no etiquetarla como algo negativo, sino como algo que no me aporta certeza y me presenta diversas posibilidades.

Gestionar la incertidumbre es un gran reto.
La duda nos aterra. Esperamos que sea resuelta de forma inmediata simplemente por evitar sentir el ‘no saber’ y el ‘no tener el control’. Nos hemos acostumbrado a querer saberlo y controlarlo todo. Pero nos hemos olvidado de que hay cosas en la vida que no tenemos por qué saber con certeza, que tienen otros tempos, que no siempre dependen de nosotros...

¿No sientes que es muy cansado exigirte saberlo y controlarlo todo?

Puede que el control sea una buena herramienta ante ciertas situaciones, pero hay otras en las que nos aprieta demasiado y nos exige ver con claridad algo que no vemos.

Nunca nos hemos parado a observar la incertidumbre de una forma más amable, distinta. De una forma más humana y humilde.

¿Y si nos entrenamos en ser más amables y pacientes?
¿Y si nos entrenamos en aceptar que no siempre tenemos el control?
¿Y si nos damos el permiso de no saber?
¿Y si aceptamos nuestras posibilidades y limitaciones?

Tolerar la incertidumbre no implica des-responsabilizarse de lo que podemos hacer o no. Implica aceptar que hay cosas de la vida que requieren de otros procesos, de otras personas, de tiempo y de paciencia. Implica reconocer “hasta donde puedo ocuparme” y soltar el control. Sí, soltarlo, ya que en ciertas situaciones no podremos controlar cómo vendrán las cosas por mucho que hagamos, y solo nos quedará esperar y confiar.

Gracias por leerme.

Claudia.

Anterior
Anterior

Sanar las heridas

Siguiente
Siguiente

Bloqueo